jueves, 31 de julio de 2008

Kali -Ma



Himno a Kali (fragmentos)

Madre de afilados colmillos
que sostientes el sable y la cabeza cortada.
Diosa cuyas manos
apartan todo temor
y complacen en todos sus deseos
a tus adoradores.

Ellos se transforman en Deseo
el dios cuyos ojos son semejantes
a los pétalos del loto
que sostiene a Lakshmi cuando ella danza;
aquellos que saben decir los siete mantras
al tiempo que contemplan tu belleza
oh Madre sonriente
Compañera de Shiva.

La diosa de la Palabra
habita para siempre en los labios
y el dios del Deseo en los ojos
de aquellos que cantan repitiendo tu nombre,
los siete mantras, uno tras otros,
o dos por dos, o tres por tres,
o todos a la vez, oh Kalila,
aquella cuyos pechos turgentes se adornan
de collares hechos de cabezas cortadas.

Sí, el menos inspirado
se transforma en un poeta,
cuando medita sobre tí, oh Madre,
y puede verte desnuda
a tí, con tus tres ojos,
igual que los tres mundos
creados con tu poder;
Tú, que estás adornada de un cinturón
hecho de brazos cortados;
Tú, que te acuestas sobre un cadáver
en medio de un cementerio
y haces el amor con Shiva.

Son venerados
siempre y en todo lugar
aquellos que meditan en ti
y te ven con los ojos del corazón,
oh esposa de Shiva,
habitante de los cementerios
entre el humo de las hogueras,
en medio de tantas osamentas,
cadáveres y cráneos
que se disputan los chacales,
Tú, jóven y hermosa,
gozando al lado de tu esposo.

De todos los poderes
llegará a ser maestro
y será para siempre vidente
aquel que, durante la noche,
desnudo y con sus cabellos en desorden,
pronuncie los siete mantras
y medite sobre tu nombre,
mientras está copulando con su yogini*,
una joven de pechos macizos
y bien contorneados muslos.

Así, conociéndolo todo
llegarán a él todas las alegrías
y tendrá en sus manos
todos los poderes del mundo
el vidente que repita
durante un año entero
los siete mantras, meditando
sobre ti, la Compañera de Shiva,
y comprendiendo finalmente
que durante vuestra unión
eres tú la que siempre tiene
la preeminencia sobre él.

Sin duda llegará a ser
el maestro de este mundo
aquel que estando en un cementerio
desnudo, con sus cabellos revueltos,
medite acerca de tu gloria
recitando los siete mantras
y ofrendándote granos y flores.

Del mismo modo, es bien seguro
que llegará a reinar sobre el mundo,
podrá convertirse en vidente,
aquel que sepa, oh diosa,
ofrendarte, en la noche de un martes,
al dar las doce y en un cementerio,
el vello que ha obtenido de su yogini
al tiempo que recita tus mantras.

Será el mejor
entre los músicos del Cielo
y reinará sobre el Océano de la Palabra Poética;
habitará en tu paraíso después de su muerte, oh diosa,
aquel que pronuncie sin cesar tus mantras,
meditando sobre el yoni de su compañera
y cubríéndolo de flores.

Su belleza será semejante
a la del dios del Deseo,
a tal punto llega el resplandor
de aquel que, a medianoche,
realice la unión con su yogini,
concentrando todo su pensamiento
en la sonrisa de tu rostro,
sentado sobre el mandala
como tú misma lo haces
sobre el cuerpo de Shiva
que yace, como un cadáver,
uniéndote así a él.

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