lunes, 4 de abril de 2011

Que la Fuerza esté contigo, mi hija

Hoy llevé flores al cementerio.
Rosas rojas.
Como recién pude incribirte el jueves como difunta, mi hija, ahora empiezo a pensar en tu tumba.
Los antidepresivos no me sirven. Al cuarto día estaba maníaca, limpiando y tirando cosas con frenesí digno de un frenopático y no de un duelo normal.
No dejo de pensar en el porqué.
Porqué.
No me pasó con la enfermedad de mi hijo, nunca pensé en la causa, era la lotería genética.
Pero vos ¿porqué?.
El malandra de Jodorowsky a un débil de espíritu que consulta por sus ideas suicidas por internet, le contesta con una frialdad que me espantó, que piense cuando fué que su madre quiso matarlo.
Quiero que sepas que más amor del que te dí no pude darte.
Que hice todo, todo lo que pude para que fueras feliz, que te extraño desesperadamente, que quiero creer en todo lo que digo creer.
Y que ojalá estés con el comandante Jesús, como pusiste en una de las notas que dejaste:



Hasta la redención siempre!
Jesús o Muerte!

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